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Mar Solana: su personaje.

 

Desde que tuvo uso de razón, Mar quiso ser astronauta, quizá porque albergaba la infantil ilusión de que si un día lograba tocar las estrellas conseguiría escribir maravillosos guiones para Hollywood. Voraz consumidora de cine desde pequeña, entre los clásicos de su infancia se encuentran ‘El señor de las bestias’, las sagas de ‘Rocky’ o ‘Karate Kid’ y, como no, las películas de Bud Spencer, actor con el que su propio padre guarda un profundo parecido y patrón de su ideal de hombre.

 

De ideas geniales, Mar suele acertar siempre con los diagnósticos: proyecto que inventa, serie o programa que dos meses después alcanza un gran éxito en televisión, aunque no sea de su mano. A pesar de la frustración que esto pudiera causarle, Mar aún no ha sucumbido a las drogas blandas, ya que el efecto que ejercen sobre ella el alcohol o el café podrían convertirla en un engendro realmente explosivo y peligroso para la sociedad. Y todos saben que Mar es demasiado buena y compasiva con el mundo como para permitir que esto suceda.

Guada Sáez: su personaje.

 

Oh, la, la! Si Guada hubiera nacido en París, seguro que viviría en una de esas típicas casitas de tejas negras que se extienden a lo largo del Sena. Hubiera bailado en sus orillas junto a Woody Allen en ‘Todos dicen I love you’, aunque más que amarlo, a Guada le hubiera encantado escribir con él una de sus geniales historias. Y es que si Guada fuera francesa sería una de las actuales novelistas de mayor renombre europeo; sus libros se venderían no como churros sino como los más sofisticados croissants, porque todo lo que hace Guada tiene una clase indiscutible. Y si algo no funciona, siempre puede recurrir a su biblia de mano: los cómics de Mafalda.

 

La hiperresponsabilidad hace que siempre se sitúe como un escudo entre ella y los problemas de la gente a la que quiere. Eso provoca que a veces el entorno le duela pero que le dé mucha experiencia sobre la vida y temas sobre los que escribir de forma certera y auténtica. Y si lo hace por la noche, con un gin tonic en la mesa, que la hace aún más elegante.

Nacho Díaz: su personaje.

 

Nacho enfunda en su mano un guante blanco de látex con la perfección que le caracteriza. Aproxima la luz del flexo que tiene delante suyo y acerca aún más sus gafas de pasta a la nariz. El corte será preciso. La incisión se hará en el lugar oportuno. Todo está medido...Así corta Nacho el tomate cuando prepara la ensalada. Y lo mismo ocurre cuando se pone a escribir. Si hay unas palabras que definen a Nacho, esas son estilo y precisión. Quizá por eso estaba predestinado a no ser algo con lo que soñaba de pequeño: su venerada Norma Duval.

 

Todo esto lo descubrió el día en que su dedo anular quedó aprisionado por una mesa. Desde entonces, Annie (el dedo anular al que Nacho pone este nombre con su exquisito acento british) hace que su dueño vaya por el buen camino. E incluso le ayuda a hacer las líneas más rectas de la historia cuando las dibuja en un papel. Ahora esas líneas son las que Nacho rellena con unas historias cargadas de imaginación; aunque a pesar de todo eso, sea capaz de castigar a su dedo cada vez que se pone nervioso dejándolo sin su escudo ante el mundo, las uñas.

 

si fuera francesa, sería una de esas novelistas de gran renombre...

si hay unas palabras que definen a Nacho, esas son estilo y precisión...

proyecto que inventa,

proyecto que alcanza un gran éxito en televisión

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